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ROCK, SIEMPRE FUE ROCK

  El starter pack de una banda de rock demanda un par de cosas que son, dentro de todo, sencillas de conseguir: un bajo, una batería, una o dos guitarras y una voz. La inclusión de coros viene en un apartado especial, como así también pasa tanto con los teclados si te llamaras Carlos Alberto García y te conocieran como Charly, como con los vientos. Esos paquetes extras hicieron que la composición de una banda estándar deje de serlo para ser algo un poco más complejo. Así fue como, por ejemplo, aquellos instrumentos que antes eran marginados y excluidos dentro del género, después fueron aceptados. A medida que el rock nacional fue mutando, surgieron bandas como Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Así como Charly hizo que las octavas sean excluyentes en sus interpretaciones e hizo que sus seguidores no solo se amoldaran a que la melodía la interpretara un piano sino que provocó un gusto particular por ese sonido percutido, Los Redondos hicieron lo mismo con el saxo de Eduardo Guil
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A DORMIR

—Papi. —¿Qué? —¿No estás ansioso? —¿Ansioso? No… ¿Por qué debería de estarlo? —Mañana es 15 de julio. —¡Ah! Sí, es verdad, me había olvidado. La verdad es que ya pasó tanto tiempo que no le presto mucha atención. —Y… ¿Es verdad? —¿Qué cosa? —Qué el abuelo no terminó de verlo. —Es verdad. Un silencio irrumpió en la habitación y dejó lugar solo a los ruidos de los juguetes siendo recogidos y ordenados después de un día de pura diversión. Entre ellos, una pelota de fútbol. —Papi, no lo puedo creer. —Cada uno pasa esos momentos como puede. Quizás, cuando seas más grande, lo vas a entender un poco mejor. —Contame de nuevo cómo fue que pasó. —Ya es tarde. Hay que ir a dormir y yo estoy cansado. ¿No te agotaste de tanto patear? —Sí. —Por eso, vamos a descansar. Mañana será otro día. —Pero mañana es 15. Me gusta cuando me contás esa historia, y justo mañana es el día del cuento. El padre se quedó pensando en ese día, sentado en un costado de la cama,

1 Y 57, EL ÚNICO TECHO

Una sirena incesante comenzó a sonar. Antes, había pitado un hombre vestido de negro. Todos gritaban, todos se abrazaban. Menos él, que estaba en las gradas y miraba atónito. Adentro, un puñado de muchachos en uniforme festejando en círculo, saltando. Afuera, eran replicados por muchos otros, pero que estaban vestidos distinto. Desde que había subido los escalones, o tablones como escuchó que se hacían llamar, habían pasado 108 minutos. Ahora ya no gritaba eufórico como habían sido segundos antes, simplemente observaba. Creyó que lo había visto todo con lo que acababa de ocurrir, pero aún quedaba más por descubrir. Había que salir del recinto porque en cualquier momento lo cerraban. Muchos, como él, no se querían ir. Pero no tenían otra opción. Bajó los tablones y cruzó la puerta de salida para llegar a la calle. Allí, el descontrol. Solo tenía siete años. No reparaba mucho en el contexto y siempre entendió que en el espacio público había que comportarse. Sin embargo, esa

DE JUGUETES PERDIDOS

El mate ya estaba listo y el primer trago, ese que se sabe más amargo que el resto, ya fue tomado. La leña, a su vez, también estaba lista y en posición para que los fósforos, una vez prendidos, le dieran la primera llama que inicie el fuego e inicie su ritual, ese que hace uno cuando se sienta al lado para mirarlo, mirarlo y mirarlo, como si se tratara de una hipnosis hecha por nadie. Cuando el hogar terminó de prenderse, me senté en el sillón que apuntaba directamente hacia él. Las brasas emanaban música propia, pero creí necesario poner una cortina de fondo como para acompañar. Me paré, prendí el parlante y arrancó. El modo aleatorio de mi lista de reproducción efectivamente fue aleatorio y me sorprendió con la primera canción. Nunca había sonado Juguetes Perdidos como primera opción. Subí el volumen y me volví a sentar. Esa suerte de tambor militar, pero con ritmo ralentizado, dio sus primeros golpes y las guitarras arrancaron a acompañarlo con sus acordes. Mientras menea

SOLO ES UNA IDEA

Que ¿qué hay después de todo esto? no lo sé. Quizás nunca lo sepa. O sí, pero ya será muy tarde. Habrá que pasar lo que tengamos que pasar con la incertidumbre latente. Sin embargo, existe algo sobre lo que sí estoy seguro: no somos finitos. Ella habla. La Otra escucha y yo también. El living replica las palabras y refleja con sus ventanas la seguridad de una nieta orgullosa que cuenta las anécdotas de su abuela recién fallecida. El relato es constantemente interrumpido por silencios que son amagados por lágrimas que nunca llegan. Entonces Ella continúa. Las pausas permiten pensar y recordar. -Que no indague muy profundo porque la herida está muy fresca- pienso mientras la escucho y la analizo con la mirada. -No le va a hacer bien. Sin embargo sigue. Ella sigue. Como si fuese la única persona en ese living. Quizás necesita eso: hablar con ella misma y liberarse. Pero, igualmente, nosotros estamos ahí. La escucho y la Otra también. De pronto las palabras de Ella me enc

¿CÓMO PUEDE SER?

-Dale, che. Ponete a lavar que después se te hace tarde y lo dejás para mañana y nunca lo terminás haciendo. Y sí. Para qué lo voy a negar ¿no?, si siempre termino haciendo lo mismo. Lo peor es que, al día siguiente, esos platos que tendrían que estar limpios, se juntan con los que se fueron usando durante la jornada y se termina haciendo una pirámide de utensilios todos sucios que avergonzaría a cualquiera. Bueno, las cosas hay que hacerlas porque, si no, “el que trabaja mal, trabaja dos veces”. Pongo la música y arranco. Mi cabeza cada tanto se debe confundir porque no importa si estoy lavando los platos o me estoy bañando, ella siempre hace lo mismo en esas dos instancias, sin discriminarlas: piensa, piensa y piensa. ¡Pero ojo!, nunca se le cae una idea, ¿eh? Y eso me da una bronca descomunal a la vez que me sorprende, porque domingo tras domingo me doy cuenta de lo poco creativo que puedo llegar a ser. Como mi cabeza es mi cabeza porque es mía y no de otro, yo la sig

UN NUEVO DÍA DE CANCHA

——Es hoy, papá. Dale, dale, vamo’ que vamo’. Mandale, nomá’. ——Pará un poco, desquiciado. Son las siete de la mañana y recién me despierto. Falta un montón. Bajá la música que lo que falta es que nos saquen a patadas del edificio. ——No me extraña en nada tu actitud. No sos un hincha de verdad. Pasó un montón de tiempo desde la última vez que jugamos, y encima en nuestro estadio, ese que tanto costó en reconstruirse. Si algo le faltaba a Estudiantes, era eso. Pero ya pasó todo y, encima, tenemos nuevamente nuestro lugar. Lo pudimos estrenar, sí, pero por poquito tiempo. Son las siete de la mañana, es verdad, pero no aguanto más. Pongo la música al palo y entro a bañarme. Pero concentrado, tal cual lo ameritan los días como hoy. Bien concentrado. El baño tiene que estar antes que el desayuno, y no después, como cualquier otro día. Cuando termine, no me tengo que olvidar de que tengo que agarrar la toalla roja, la que está en el segundo cajón, bien guardada y lista para