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SOLO ES UNA IDEA


Que ¿qué hay después de todo esto? no lo sé. Quizás nunca lo sepa. O sí, pero ya será muy tarde. Habrá que pasar lo que tengamos que pasar con la incertidumbre latente. Sin embargo, existe algo sobre lo que sí estoy seguro: no somos finitos.

Ella habla. La Otra escucha y yo también. El living replica las palabras y refleja con sus ventanas la seguridad de una nieta orgullosa que cuenta las anécdotas de su abuela recién fallecida. El relato es constantemente interrumpido por silencios que son amagados por lágrimas que nunca llegan. Entonces Ella continúa. Las pausas permiten pensar y recordar.

-Que no indague muy profundo porque la herida está muy fresca- pienso mientras la escucho y la analizo con la mirada. -No le va a hacer bien.

Sin embargo sigue. Ella sigue. Como si fuese la única persona en ese living. Quizás necesita eso: hablar con ella misma y liberarse. Pero, igualmente, nosotros estamos ahí. La escucho y la Otra también.

De pronto las palabras de Ella me encaran a mí. Mientras me mira y me habla, sus ojos se cristalizan más y más, a punto de que sospecho que se viene un quiebre. Pero no es más que otro amague. Es que Ella habla como si fuese una maga que te señala una mano mientras, por detrás, te deja la carta guardada en el bolsillo. Las lágrimas todavía no llegan y pareciera que no van a aparecer.

A pesar de que haya terminado la anécdota que me estaba relatando, su abuela sigue presente. Ella, quien ahora la piensa y recopila recuerdo tras recuerdo, siente que debe mantener viva esa esencia que, de todas formas, se palpa al ingresar al living.

Una nueva historia estaba por arrancar cuando un silencio la interrumpió. Nuevamente recompuesta, prosigue con el relato, pero ya no puedo prestarle atención.

Ella habla. La Otra llora. Poco a poco caen, casi sin querer, las lágrimas que la Otra estaba guardando desde hace mucho tiempo. De esas que duelen y contagian.

Ella está fuerte. La Otra, frágil.

Ella detiene el relato para mirarla y se percata de la situación. Pienso que ahora es el momento para que deje de contener tanto dolor y de alguna forma se libere, quizás en un abrazo, pero no puede. Tiene esa necesidad de mostrarse fuerte frente a la tristeza. Solo apoya su cabeza en el hombro y reposa en La Otra, quien se seca las lágrimas. Sienten lo mismo. Son una.

El relato puede continuar.

De algo estoy seguro: no somos finitos. La idea de uno puede permanecer en el otro cuando no estamos más y la replicaríamos luego en relatos e historias con nuestros oyentes. Pero, ¿qué pasa si la idea de uno permanece en el otro mientras sigue vivo? Será que eso es la amistad. Una infinidad. Y mientras viva, seremos infinitos.

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