—Papi. —¿Qué? —¿No estás ansioso? —¿Ansioso? No… ¿Por qué debería de estarlo? —Mañana es 15 de julio. —¡Ah! Sí, es verdad, me había olvidado. La verdad es que ya pasó tanto tiempo que no le presto mucha atención. —Y… ¿Es verdad? —¿Qué cosa? —Qué el abuelo no terminó de verlo. —Es verdad. Un silencio irrumpió en la habitación y dejó lugar solo a los ruidos de los juguetes siendo recogidos y ordenados después de un día de pura diversión. Entre ellos, una pelota de fútbol. —Papi, no lo puedo creer. —Cada uno pasa esos momentos como puede. Quizás, cuando seas más grande, lo vas a entender un poco mejor. —Contame de nuevo cómo fue que pasó. —Ya es tarde. Hay que ir a dormir y yo estoy cansado. ¿No te agotaste de tanto patear? —Sí. —Por eso, vamos a descansar. Mañana será otro día. —Pero mañana es 15. Me gusta cuando me contás esa historia, y justo mañana es el día del cuento. El padre se quedó pensando en ese día, sentado en un costado de la cama,